miércoles, 8 de abril de 2009

Ejercicio N.10

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Se paseaba por la habitación pequeña, como su esperanza de lo eterno, con un traje de hombre rana.No era una extrañeza para quienes le conocían y veían en ello una curiosa puesta en escena, ya que, cuando no era de hombre rana, era de tortuga, o ,las más de las veces, caracol. Cuando ello no era así y se hallaba en la más extrema soledad, se desnudaba del cuello a la cintura ocupando en su rostro unos anteojos de marco metálico de un diseño al más puro estilo rey del rock. Pero todo ello no era lo extraño. Lo más extraño en su habitual conducta de poseso, era que, cada vez que le asaltaba una gran pena -que las tenía muchas- era el hecho de que tomaba un pinza, de esas que utilizan las chicas para afinar sus cejas, se iba frente al espejo oval y, con su mano derecha, levantado el brazo izquierdo de manera que su zobaco quedara expuesto, se arrancaba con la brutalidad y rapidez de un obseso, un pelo, cuidadosamente designado por su sabia e inexorable intuición. Una vez realizada la operación se rascaba la espalda con una aspiradora y luego de tomar un café bien cargado se iba al patio trasero a contemplar a los gatos que en la medida en que avanzaba la noche los veía tranformarse en pequeños energúmenos fluorescentes. Esperaba que se acercaran para tomarlos por sorpresa, ya que estaba convencido de que le robaban sus medicamentos.

2 comentarios:

CLAUDIA ORTIZ dijo...

pfs!!! quién no ha creído alguna vez que los gatos le roban los medicamentos!!up

J dijo...

Esos bastardos... SIEMPRE se roban mis medicamentos!